sábado, 10 de noviembre de 2012

El excursionista no se había perdido


Un excursionista ha desaparecido cuando estaba de viaje por Almeria.
La ultima vez que fue visto salía del
Alberge Inturjoven, en dirección a Albox, donde
estuvo todo el día visitando el pueblo.
Al día siguiente fue a Cabo de Gata para visitar todas sus playas, donde estuvo 2 días haciendo turismo.

Después de esos días se fue a la Playa de los
Genoveses donde tan solo pasó una tarde.
Después de esa tarde se fue a Carboneras donde buceó
en la playa y pasó la noche en un hotel.
Al día siguiente fue al Valle del Almanzora donde pasó
la mañana y almorzó. Después de comer se fue
a Tijola donde pasó la tarde y se paseó por varias
tiendas. Cuando cayó la noche se fue Albox y
pasó la noche en un hotel pequeño.
Fin... 
Yovana



Lo que aprendieron dos cerditos


Había una vez tres cerdos que eran hermanos y un día decidieron hacerse cada uno una casa. El primer cerdito hizo su casa de paja para tardar menos. El segundo cerdito la hizo de leña y también tardó poco, pero el tercer cerdito decidió hacerla de ladrillo para que fuera mas resistente. Tardó mucho en hacerla y le dijo a sus hermanos que sería mejor que la hicieran como la suya por que es mas resistente; pero no le hicieron caso y se reían de él.
Un día estaban los tres cerditos tomando el sol y llegó el lobo, que se los quería comer; entonces cada uno corrió a esconderse en su casita. El lobo fue a la primera casa, pero como era de paja sopló y la derribó; entonces el cerdito se escondió en la casa de uno de sus hermanos. Pero, como era de leña, el lobo la derrumbó y finalmente los dos tuvieron que irse a la casa de su otro hermano. Como era de piedra, por más que soplaba y golpeaba no se caía. Entonces el lobo decidió meterse por la chimenea pero los cerditos encendieron la lumbre y se quemó.
Los dos cerditos pidieron perdón a su hermano e hicieron casas nuevas de piedra más resistentes. 
 FIN

Yovana


viernes, 9 de noviembre de 2012

The Gingerbread Man


Hace  mucho tiempo, mientras preparaba la cena de Navidad, una mujer pequeñita, que vivía en una cabaña en el campo, preparó la masa de las galletas de gengibre y formó con ella un  pequeño hombrecito. Le puso dos pasas como ojos, le dibujó  una sonrisa y lo puso a hornear. Cuando el  hombre pequeñito llegó del campo, preguntó:
-¿Qué tienes para cenar?
Y la mujer  pequeñita respondió:
-¡Hice un delicioso hombrecito de galleta de gengibre!
Cuando abrió el horno para sacarlo, el hombrecito de gengibre saltó fuera,  se trepó a la ventana, que estaba abierta, y se arrojó al jardín gritando:
-¡Yo soy el hombrecito galleta de gengibre y nadie me comerá!
Huyó como un celaje y la mujer pequeñita y el hombre pequeñito corrieron tras él.
Mientras corría por el campo, se cruzó con un cerdito gordo y sonrosado.
-¡Detente, detente! –gritó el cerdito.
-¿Para que me comas? No, no,  yo soy el hombrecito galleta de gengibre y nadie me comerá.
Y siguió corriendo y el cerdito fue tras él.
Más allá, se encontró con una vaca que dejó de pastar y le dijo:
-¡Detente, que necesito hablarte!
-¡Jamás! Yo soy el hombrecito galleta de  gengibre y nadie me comerá.
Pero ahora tenía detrás cuatro perseguidores.
Después de mucho correr se encontró con un caballo, el caballo piafó y gritó:
-¡Alto, alto, detente que necesito hablarte!
Pero recibió la misma respuesta de todos:
-¡Ni loco que estuviera, soy el hombrecito galleta de gengibre y ni tú ni nadie me comerá!
También el caballo  se sumó a sus perseguidores.
De tanto correr, llegó hasta un caudaloso río. Allí, bajo un gran árbol, descansaba el zorro. Desesperado y sin aliento, el hombrecito galleta de gengibre se detuvo.
-¡Un río, cómo podré cruzar para que no me alcancen!
El zorro lo miró con curiosidad, se rascó la panza y  sugirió:
-Si quieres, te subes a mi cola y yo te  cruzo hasta el otro lado del río.
¿Qué podía hacer? Siguiendo sus instrucciones, se montó en la cola y se echaron al río. Los perseguidores quedaron  enfadados  gritando en la ribera del río.
Poco más allá, la cola se hundía, unas gotas de agua lo salpicaron de modo que el hombrecito galleta de gengibre se subió al lomo del lobo.
-¡No, así pesas demasiado! –se quejó el lobo- Súbete a mi cabeza o nos ahogaremos.
El  hombrecito galleta de gengibre obedeció.
Al llegar a la otra orilla, el lobo salió del agua, sacudió su cabeza y el hombrecito galleta de gengibre resbaló. Cuando caía, el lobo lo atrapó con los dientes  con un gruñido de satisfacción. No dejó una miga.
Y esa es la historia del hombrecito galleta de gengibre.

jueves, 8 de noviembre de 2012

El lobo aulló




En un bosque, vivían tres cerditos que estaban jugando, entre los árboles. De repente salió de entre los arbustos un lobo muy grande. Decidieron hacerse una casa cada uno: el pequeño la hizo de paja, y al terminar, se fue a jugar. El mediano, la hizo de madera, mientras que el mayor la hizo de ladrillos.
Así que a los más pequeños, mientras jugaban, se les apareció el lobo y corrieron a la casa de paja. Pero el lobo sopló y la derrumbó. Después, corrieron a la casa de madera, pero también la derrumbó y salieron corriendo a la casa del hermano mayor. El lobo intentó pasar por la chimenea, pero se quemó y el lobo aulló y nunca mas les molestó.


miércoles, 7 de noviembre de 2012

En el corazón del bosque...


...vivían tres cerditos que eran hermanos. El lobo siempre andaba persiguiéndoles para comérselos. Para escapar del lobo, los cerditos decidieron hacerse una casa. El pequeño la hizo de paja, para acabar antes y poder irse a jugar.
El mediano construyó una casita de madera. Al ver que su hermano pequeño había terminado ya, se dio prisa para irse a jugar con él.
El mayor trabajaba en su casa de ladrillo.
- Ya veréis lo que hace el lobo con vuestras casas- riñó a sus hermanos mientras éstos se lo pasaban en grande.
El lobo salió detrás del cerdito pequeño y él corrió hasta su casita de paja, pero el lobo sopló y sopló y la casita de paja derrumbó.
El lobo persiguió también al cerdito por el bosque, que corrió a refugiarse en casa de su hermano mediano. Pero el lobo sopló y sopló y la casita de madera derribó. Los dos cerditos salieron pitando de allí.
Casi sin aliento, con el lobo pegado a sus talones, llegaron a la casa del hermano mayor.
Los tres se metieron dentro y cerraron bien todas las puertas y ventanas. El lobo se puso a dar vueltas a la casa, buscando algún sitio por el que entrar. Con una escalera larguísima trepó hasta el tejado, para colarse por la chimenea. Pero el cerdito mayor puso al fuego una olla con agua. El lobo comilón descendió por el interior de la chimenea, pero cayó sobre el agua hirviendo y se escaldó.
Escapó de allí dando unos terribles aullidos que se oyeron en todo el bosque. Se cuenta que nunca jamás quiso comer cerdito.



FIN

Geografía de una pesadilla

Juan iba de excursion a Carboneras. Desde Carboneras pilló una lancha y se fue a la playa de los Genoveses.
Desde allí su visita era al Valle del Almanzora. Su próximo viaje era a Tijola y de Tijola a Albox.
Cuando llegó a Albox empezó a llover muy fuerte y por culpa de las inundaciones Juan se perdió.
"Cuando pasaba por Carboneras compré una lancha. Iba a la playa de los Genoveses, pero se me rompió el motor de la lancha. Tuve que ir nadando hasta la orilla. Para ir al Valle del Almanzora tenia que coger algún auto, así que me puse en la carretera y me puse a parar coches, pero ninguno se paraba". Por allí pasaba un amigo de Juan y Juan le dijo:
- Llévame.
"Crucé el Campo de Níjar. Pasé por la Sierra Cabrera hasta llegar a Cuevas del Almanzora".
Juan queria ir a Tijola y por último a Albox.
"Cuando llegué a Albox, empezó a llover".
Por culpa de las inundaciones, Juan no pudo continuar. El río Almanzora, con la lluvia, iba creciendo, porque tiene una cuenca muy grande. El río Almanzora recoge sus aguas de todas las sierras del alrededor: Las Estancias y Los Filabres.

El gato y el ratón


Érase una vez un ratón y un gato que se llamaban Tom y Jerry.
Tom es el gato y Jerry el ratón. Se querían mucho. Un día se pelearon por un trozo de jamón y cada uno fue por su lado. Al poco tiempo, Tom queria comerse a Jerry.
Pero se arrepintió y dijo: “Perdón, ¿quieres volver a ser mi amigo?...” Y entonces Jerry le dijo que sí. Se perdonaron.
Y fueron felices y comieron raíces.
Fin.

La casita de chocolate

 Dos hermanitos salieron de  su casa y fueron al bosque a coger leña. Pero cuando llegó el momento de regresar no encontraron el camino de vuelta. Se asustaron mucho y se pusieron a llorar al verse solos en el bosque.



   Sin embargo, allá a lo lejos vieron brillar la luz de una casita y hacia ella se dirigieron. Era una casita extraordinaria. Tenía las paredes de caramelo y chocolate. Y como los dos hermanos tenían hambre se pusieron a chupar en tan sabrosa golosina. Entonces se abrió la puerta y apareció la viejecita que vivía allí, diciendo:

   Hermosos niños, ya veo que tenéis mucho apetito. Entrad, entrad y comed cuanto queráis.

   Los dos hermanitos obedecieron confiados. Pero en cuanto estuvieron dentro, la anciana cerró la puerta con llave y la guardó en el bolsillo, echándose luego a reír. Era una perversa bruja que se servía de su casita de chocolate para atraer a los niños que andaban solos por el bosque.

   Los infelices niños se pusieron a llorar, pero la bruja encerró al niño en una jaula y le dijo:

   - No te voy a comer hasta que engordes, porque estas muy delgado- Primero te cebaré bien.

   Y todos los días le preparaba platos de sabrosa comida. Mientras tanto a la niña la obligaba a trabajar sin descanso. Y cada mañana iba la bruja a comprobar si engordaba su hermanito, mandándole que le enseñara un dedo. Pero como tenía muy mala vista, el niño, que era muy astuto, le enseñaba un huesecillo de pollo que había guardado de una de las comidas. Y así la bruja quedaba engañada, pues creía que el niño no engordaba.

   - Sigues muy delgado decía -. Te daré mejor comida.

   Y preparaba nuevos y abundantes platos y era la niña la que se encargaba de llevarlos a la jaula llorando amargamente porque sabía lo que la bruja quería hacer con su hermano.

   Escapar de la casa era imposible, porque la vieja nunca sacaba la llave del bolsillo y no se podía abrir la puerta. ¿Cómo harían para escapar?

   Un día llamó la bruja a la niña y le dijo:

   - Mira, ya me he cansado de esperar porque tu hermano no engorda a pesar de que come mejor que un rey. Le preparo las mejores cosas y tiene los dedos tan flacos que parecen huesos de pollo. Así que vas a encender el fuego enseguida.

   La niña se acercó a su querido hermanito y le contó los propósitos de la malvada bruja. Había llegado el momento tan temido.

   La bruja andaba de un lado para otro haciendo sus preparativos. Como veía que pasaba el tiempo y la niña no había cumplido lo que le había mandado, gritó:

   ¿A qué esperas para encender el fuego?

   La hermana tuvo entonces una buena idea:

   - Señora bruja - dijo -, yo no sé encenderlo.

   - Pareces tonta - contestó la bruja -; tendré que enseñarte. Fíjate, se echa mucha leña, así. Ahora enciendes y soplas para que salgan muchas llamas. ¿Lo ves?

   Como estaba la bruja en la boca del horno, la niña le arrancó de un tirón las llaves que llevaba atadas a la cintura y, dando a la bruja un tremendo empujón, la hizo caer dentro del horno.

Gato con botas


Un molinero dejó, como única herencia a sus tres hijos, su molino, su burro y su gato. El reparto fue bien simple: no se necesitó llamar ni al abogado ni al notario. Habrían consumido todo el pobre patrimonio. El mayor recibió el molino, el segundo se quedó con el burro y al menor le tocó sólo el gato. Este se lamentaba de su mísera herencia: -Mis hermanos -decía- podrán ganarse la vida convenientemente trabajando juntos; lo que es yo, después de comerme a mi gato y de hacerme un manguito con su piel, me moriré de hambre. El gato, que escuchaba estas palabras, pero se hacía el desentendido, le dijo en tono serio y pausado: -No debéis afligiros, mi señor, no tenéis más que proporcionarme una bolsa y un par de botas para andar por entre los matorrales, y veréis que vuestra herencia no es tan pobre como pensáis. Aunque el amo del gato no abrigara sobre esto grandes ilusiones, le había visto dar tantas muestras de agilidad para cazar ratas y ratones, como colgarse de los pies o esconderse en la harina para hacerse el muerto, que no desesperó de verse socorrido por él en su miseria. Cuando el gato tuvo lo que había pedido, se colocó las botas y echándose la bolsa al cuello, sujetó los cordones de ésta con las dos patas delanteras, y se dirigió a un campo donde había muchos conejos. Puso afrecho y hierbas en su saco y tendiéndose en el suelo como si estuviese muerto, aguardó a que algún conejillo, poco conocedor aún de las astucias de este mundo, viniera a meter su hocico en la bolsa para comer lo que había dentro. No bien se hubo recostado, cuando se vio satisfecho. Un atolondrado conejillo se metió en el saco y el maestro gato, tirando los cordones, lo encerró y lo mató sin misericordia. Muy ufano con su presa, fuese donde el rey y pidió hablar con él. Lo hicieron subir a los aposentos de Su Majestad donde, al entrar, hizo una gran reverencia ante el rey, y le dijo: -He aquí, Majestad, un conejo de campo que el señor Marqués de Carabás (era el nombre que inventó para su amo) me ha encargado obsequiaros de su parte. -Dile a tu amo, respondió el Rey, que le doy las gracias y que me agrada mucho. En otra ocasión, se ocultó en un trigal, dejando siempre su saco abierto; y cuando en él entraron dos perdices, tiró los cordones y las cazó a ambas. Fue en seguida a ofrendarlas al Rey, tal como había hecho con el conejo de campo. El Rey recibió también con agrado las dos perdices, y ordenó que le diesen de beber. El gato continuó así durante dos o tres meses llevándole de vez en cuando al Rey productos de caza de su amo. Un día supo que el Rey iría a pasear a orillas del río con su hija, la más hermosa princesa del mundo, y le dijo a su amo: -Sí queréis seguir mi consejo, vuestra fortuna está hecha: no tenéis más que bañaros en el río, en el sitio que os mostraré, y en seguida yo haré lo demás. El Marqués de Carabás hizo lo que su gato le aconsejó, sin saber de qué serviría. Mientras se estaba bañando, el Rey pasó por ahí, y el gato se puso a gritar con todas sus fuerzas: -¡Socorro, socorro! ¡El señor Marqués de Carabás se está ahogando! Al oír el grito, el Rey asomó la cabeza por la portezuela y, reconociendo al gato que tantas veces le había llevado caza, ordenó a sus guardias que acudieran rápidamente a socorrer al Marqués de Carabás. En tanto que sacaban del río al pobre Marqués, el gato se acercó a la carroza y le dijo al Rey que mientras su amo se estaba bañando, unos ladrones se habían llevado sus ropas pese a haber gritado ¡al ladrón! con todas sus fuerzas; el pícaro del gato las había escondido debajo de una enorme piedra.
El Rey ordenó de inmediato a los encargados de su guardarropa que fuesen en busca de sus más bellas vestiduras para el señor Marqués de Carabás. El Rey le hizo mil atenciones, y como el hermoso traje que le acababan de dar realzaba su figura, ya que era apuesto y bien formado, la hija del Rey lo encontró muy de su agrado; bastó que el Marqués de Carabás le dirigiera dos o tres miradas sumamente respetuosas y algo tiernas, y ella quedó locamente enamorada.
El Rey quiso que subiera a su carroza y  lo acompañara en el paseo. El gato, encantado al ver que su proyecto empezaba a resultar, se adelantó, y habiendo encontrado a unos campesinos que segaban un prado, les dijo:
-Buenos segadores, si no decís al Rey que el prado que estáis segando es del Marqués de Carabás, os haré picadillo como carne de budín.
Por cierto que el Rey preguntó a los segadores de quién era ese prado que estaban segando.
-Es del señor Marqués de Carabás -dijeron a una sola voz, puesto que la amenaza del gato los había asustado.
-Tenéis aquí una hermosa heredad -dijo el Rey al Marqués de Carabás.
-Veréis, Majestad, es una tierra que no deja de producir con abundancia cada año.
El maestro gato, que iba siempre delante, encontró a unos campesinos que cosechaban y les dijo:
-Buena gente que estáis cosechando, si no decís que todos estos campos pertenecen al Marqués de Carabás, os haré picadillo como carne de budín.
El Rey, que pasó momentos después, quiso saber a quién pertenecían los campos que veía.
-Son del señor Marqués de Carabás, contestaron los campesinos, y el Rey nuevamente se alegró con el Marqués.
El gato, que iba delante de la carroza, decía siempre lo mismo a todos cuantos encontraba; y el Rey estaba muy asombrado con las riquezas del señor Marqués de Carabás.
El maestro gato llegó finalmente ante un hermoso castillo cuyo dueño era un ogro, el más rico que jamás se hubiera visto, pues todas las tierras por donde habían pasado eran dependientes de este castillo.
El gato, que tuvo la precaución de informarse acerca de quién era este ogro y de lo que sabía hacer, pidió hablar con él, diciendo que no había querido pasar tan cerca de su castillo sin tener el honor de hacerle la reverencia. El ogro lo recibió en la forma más cortés que puede hacerlo un ogro y lo invitó a descansar.
-Me han asegurado -dijo el gato- que vos tenías el don de convertiros en cualquier clase de animal; que podíais, por ejemplo, transformaros en león, en elefante.
-Es cierto -respondió el ogro con brusquedad- y para demostrarlo veréis cómo me convierto en león.
El gato se asustó tanto al ver a un león delante de él que en un santiamén se trepó a las canaletas, no sin pena ni riesgo a causa de las botas que nada servían para andar por las tejas.
Algún rato después, viendo que el ogro había recuperado su forma primitiva, el gato bajó y confesó que había tenido mucho miedo.
-Además me han asegurado -dijo el gato- pero no puedo creerlo, que vos también tenéis el poder de adquirir la forma del más pequeño animalillo; por ejemplo, que podéis convertiros en un ratón, en una rata; os confieso que eso me parece imposible.
-¿Imposible? -repuso el ogro- ya veréis-; y al mismo tiempo se transformó en una rata que se puso a correr por el piso.
Apenas la vio, el gato se echó encima de ella y se la comió.
Entretanto, el Rey, que al pasar vio el hermoso castillo del ogro, quiso entrar. El gato, al oír el ruido del carruaje que atravesaba el puente levadizo, corrió adelante y le dijo al Rey:
-Vuestra Majestad sea bienvenida al castillo del señor Marqués de Carabás.
-¡Cómo, señor Marqués -exclamó el rey- este castillo también os pertenece! Nada hay más bello que este patio y todos estos edificios que lo rodean; veamos el interior, por favor.
El Marqués ofreció la mano a la joven Princesa y, siguiendo al Rey que iba primero, entraron a una gran sala donde encontraron una magnífica colación que el ogro había mandado preparar para sus amigos que vendrían a verlo ese mismo día, los cuales no se habían atrevido a entrar, sabiendo que el Rey estaba allí.
El Rey, encantado con las buenas cualidades del señor Marqués de Carabás, al igual que su hija, que ya estaba loca de amor viendo los valiosos bienes que poseía, le dijo, después de haber bebido cinco o seis copas:
-Sólo dependerá de vos, señor Marqués, que seáis mi yerno.
El Marqués, haciendo grandes reverencias, aceptó el honor que le hacia el Rey; y ese mismo día se casó con la Princesa. El gato se convirtió en gran señor, y ya no corrió tras las ratas sino para divertirse.

martes, 6 de noviembre de 2012

Otro informe sobre el excursionista perdido



Juan iba de excursión a Carboneras y desde allí quería llegar en lancha a la playa de los Genoveses. Su visita continuaba en el valle del Almanzora. Despues quería ir a Tijola y por ultimo a Albox.
Se encontró un relato de alguien desaparecido que parece coincidir con las huellas de Juan.

"Yo que me llamo JUAN cuento esta historia para que os enteréis de lo que me pasó”.

Playa del Algarrobico, Carboneras


"Iba paseando por Carboneras, compré una lancha y desde allí queria llegar a los Genoveses. Y de repente se me pinchó la lancha. Tenía que ir obligadamente al valle del Almanzora, así que tenía que coger un auto. Crucé la llanura del campo de Nijar y pase a través de la Sierra Cabrera hasta llegar a cuevas del Almanzora. Después quería ir a Tíjola y por ultimo llegué a Albox.
¿Pero qué pasó? Me perdí al final por culpa de las inundaciones. Cuando quise cruzar el río ya había crecido mucho porque tiene una cuenca muy grande. El río Almanzora recoge toda el agua de todas las sierras del alrededor: Las Estancias y los Filabres.

miércoles, 31 de octubre de 2012

EL VIAJE DEL EXCURSIONISTA JUAN

Juan quería ir de excursión, a la playa de los Genoveses, y desde allí, llegar en lancha a Carboneras, llegar al valle del Almanzora, después llegar a Tijola, y por último, llegar a Albox; pero no había salido todo como había imaginado.

Documental "La España  sumergida": "Cabo de Gata", RTVE, 2002


"Llegué a la playa de los Genoveses, y después fui en lancha a Carboneras. Me bajé de la lancha y me metí en el agua, para bucear, pero me ahogué en el talud continental. Un socorrista, me vio, y me desperté en un hospital.
Salí de él y empezó a llover muy fuerte y el agua me desplazó desde Tíjola hasta el Valle del Almanzora. Allí me encontré a un niño que estaba solo y le pregunté donde estaba su madre. Me dijo que le había abandonado. Le pregunté dónde vivía su madre y me dijo que en Albox. Llamé a su puerta y me dijeron que solo había sido un malentendido".

Paseo fotográfico por el Valle del Almanzora


 FIN

Arca de Noé

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Arca de Noé




Grabado de principios del S XVIII reflejando el Arca de Noé y la distrbución de los animales que en ella viajaron

Introducción

Este mito se puede encontrar tanto en los textos sagrados del judeo-cristianismo (la Torah y el Antiguo Testamento) como en el Corán de los musulmanes. Su origen puede remontarse al mito sumerio de Ziusudra, en un poema épico llamado Atrahasis de la Mitología Caldea, y el contacto de los hebreos con la cultura mesopotámica después de la caída de Jerusalén.Tal como esto.
Suceso del Antiguo Testamento, el Arca de Noé fue una embarcación construida para la salvación del profeta Noé, su familia y varias parejas de animales para preservarlos del diluvio universal y luego repoblar la Tierra con su descendencia.
El arca fue ordenada por Dios a ser construida, mencionado en las religiones abrahámicas (judía y cristiana), cuyo nombre es Yahvé, e islámica (bajo el nombre de Allah).
Aunque tradicionalmente fue aceptado como un hecho histórico, el impacto entre las teorías científicas y bíblicas ha llevado a la mayoría de personas a abandonar el significado literal de la historia. Sin embargo, varios literatos bíblicos siguen explorando las montañas de Ararat, donde la Biblia dice que el arca descansa.
Fuente: Wikipedia

Relato

Érase una vez un hombre llamado Noé, que estaba construyendo una barca grandisima. 

Dios le dijo a Noé que iba a ser el diluvio del mundo. Noé construyo la barca y la gente decia que era mentira y Noé dijo: "No penséis sueños sino lo  que dice Dios". 

Al rato empezó a llover y no paró.  Reventó el pantano y la gente se metió corriendo en la barca porque el agua iba arrasando todo lo que le pillaba por delante y la gente le dijo a Noé: "Noé eres el milagro para el mundo". 

Y  a partir  de hoy el arcoiris simboliza la paz.


Caperucita Roja


Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.
Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo.
Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita, pero no le daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas...
De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.
- ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca.
- A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.
- No está lejos- pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.
Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.
Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un cazador que pasaba por allí había observado la llegada del lobo.
El lobo devoró a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió en la cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja llegó enseguida, toda contenta.
La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
- Son para verte mejor- dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.
- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor- siguió diciendo el lobo.
- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- Son para...¡comerte mejoooor!- y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita.
Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un segador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba.
El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita estaban allí, ¡vivas!.
Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó.     
En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá.


FIN

lunes, 29 de octubre de 2012

Cuento de Pinocho

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Erase una vez en una vieja carpintería, Geppetto, un señor amable y simpático, terminaba más un día de trabajo dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que había construido este día. Al mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y como el muñeco había sido hecho de madera de pino, Geppetto decidió llamarlo Pinocho.

Aquella noche, Geppeto se fue a dormir deseando que su muñeco fuese un niño de verdad. Siempre había deseado tener un hijo. Y al encontrarse profundamente dormido, llegó un hada buena y viendo a Pinocho tan bonito, quiso premiar al buen carpintero, dando, con su varita mágica, vida al muñeco.

Al día siguiente, cuando se despertó, Geppetto no daba crédito a sus ojos. Pinocho se movía, caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, para alegría del viejo carpintero. Feliz y muy satisfecho, Geppeto mandó a Pinocho a la escuela. Quería que fuese un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas. Le acompañó su amigo Pepito Grillo, el consejero que le había dado el hada buena.

Pero, en el camino del colegio, Pinocho se hizo amigo de dos niños muy malos, siguiendo sus travesuras, e ignorando los consejos del grillito. En lugar de ir a la escuela, Pinocho decidió seguir a sus nuevos amigos, buscando aventuras no muy buenas. Al ver esta situación, el hada buena le puso un hechizo.

Por no ir a la escuela, le puso dos orejas de burro, y por portarse mal, cada vez que decía una mentira, se le crecía la nariz poniéndose colorada. Pinocho acabó reconociendo que no estaba siendo bueno, y arrepentido decidió buscar a Geppetto. Supo entonces que Geppeto, al salir en su busca por el mar, había sido tragado por una enorme ballena.

Pinocho, con la ayuda del grillito, se fue a la mar para rescatar al pobre viejecito. Cuando Pinocho estuvo frente a la ballena le pidió que le devolviese a su papá, pero la ballena abrió muy grande su boca y se lo tragó también a él.

Dentro de la tripa de la ballena, Geppetto y Pinocho se reencontraron. Y se pusieran a pensar cómo salir de allí. Y gracias a Pepito Grillo encontraron una salida. Hicieron una fogata. El fuego hizo estornudar a la enorme ballena, y la balsa salió volando con sus tres tripulantes. Todos se encontraban salvados.

Pinocho volvió a casa y al colegio, y a partir de ese día siempre se ha comportado bien. Y en recompensa de su bondad el hada buena lo convirtió en un niño de carne y hueso, y fueron muy felices por muchos y muchos años.

jueves, 25 de octubre de 2012

Cuentos que me contaron y todavía cuentan

Hay muchos libros o series que aluden a los "cuentos preferidos de los niños". Pero, que yo sepa, no les han preguntado a ellas y a ellos concretamente, sino que han supuesto que eran esos y no otros.
Ahora os toca a vosotras y vosotros.


¿Cuál fue el primer cuento que te contaron? ¿Cuál es el que más te gustó?
Vamos a recuperar el hilo del placer de escuchar, contar y dramatizar ficciones que adquirimos en la primera infancia, sea en la familia, sea en la escuela o en ambos lugares.
1) Busca una versión del cuento en la red que sea de tu gusto.
2) Adapta el texto para su puesta en escena. Imagina cómo podrías hacerlo más atrayente.
3) Actuamos y grabamos nuestras intervenciones ante el grupo, sin miedo al qué no dirán... porque si dicen algo es buena señal.


miércoles, 24 de octubre de 2012

Pongamos por caso: un rescate casi real


Un excursionista ha desaparecido cuando estaba de viaje por la provincia de Almería.
Fue visto por última vez a su salida del Albergue Inturjoven en dirección a Albox. Dos días después, ocurrieron las inundaciones provocadas por la gota fría del 28 de septiembre de 2012.
Se ha encontrado en su habitación el borrador de un itinerario que incluía los siguientes lugares:
- Cabo de Gata (lancha)
- Playa de los Genoveses
- Carboneras (buceo)
- Valle del Almanzora
- Tíjola
- Albox

El equipo de rescate tiene que reconstruir su recorrido con los mayores detalles posibles. Hay que narrar lo que posiblemente hiciera, a la vez que se describen los accidentes geográficos:
- Relieve continental.
- Relieve costero.
- Tierras sumergidas.
- Hidrografía: aguas marinas y continentales.
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Mapa físico de la provincia de Almería


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Perséfone rescatada del Hades

Bernini, El rapto de Perséfone. Foto: CC
El mito de Perséfone se revela en una de las fiestas mas famosas de Grecia: los misterios de Eleusis.
La leyenda comienza con Perséfone recogiendo flores en una pradera de Enna, en Sicilia; aunque el himno de Homero dedicado a Deméter habla de forma imprecisa de la llanura de Misa y otras tradiciones sitúan el hecho en Eleusis, junto al Cefiso, o en Arcadia, al pie del monte Cileno, donde crecía feliz junto a sus hermanas, Zeus, Atenea y Artemisa. De repente, cuando cortaba un narciso, la tierra se abre a sus pies y surge Hades, su tío, que la rapta.
Cuando Hades pidió su anuencia a Zeus, el padre de los dioses se había mostrado cobardemente ambiguo, temía enfrentarse a la madre de la joven, Deméter, pero tampoco quería disgustar al dios del abismo. De modo que Hades tiró por la tremenda y raptó a la muchacha.
Perséfone grita pidiendo auxilio a su madre... Nadie como Bernini ha captado ese momento: el dios, poderoso y terrible, levanta a la muchacha, por cuya mejilla resbala una lágrima, que es una síntesis de todas las lágrimas; insensible a sus gritos, sus dedos se hunden en la mórbida piel de la joven, como si el mármol se hubiera hecho carne. Deméter la oye y corre en su ayuda, pero, al no encontrarla, comienza un largo peregrinaje en seguimiento de su hija. Durante nueve días y nueve noches recorre Deméter el mundo, sin comer, sin beber, errante con una antorcha en cada mano, buscándola desesperada.
El décimo día llega, disfrazada de anciana, a Eleusis donde entra al servicio del rey Céleo y de su esposa Metanira. Allí Triptolemo, tercer hijo de los reyes, reconoció a la diosa y le refirió lo que sus hermanos habían visto mientras guardaban el ganado en el campo: De pronto se abrió el suelo y se tragó sus puercos, luego tembló la tierra, se oyó un recio galope y apareció un carro tirado por caballos negros que se precipitó ruidosamente en la grieta. No pudo ver el rostro del auriga que gobernaba el tiro, pero con el brazo derecho sujetaba a una joven que gritaba angustiada.

Deméter y Triptólemo
Una tradición local afirma que fueron los habitantes de Hermíone, en la Argólide, los que avisaron a la diosa y descubrieron al autor. Aunque el mito más conocido afirma que al décimo día la diosa se encuentra con Hécate, quien le sugiere que consulte a Helios, el dios que todo lo ve.
Este dios efectivamente ha visto todo lo sucedido y se lo confirma a la infortunada madre. La cólera de Deméter es tal, que abandona el Olimpo y se niega cumplir sus funciones. El hambre y la muerte asoló la tierra, y Deméter se enfrentó a Zeus advirtiéndole que aparecía su hija o ni un grano de trigo germinaría.
El destierro de la diosa incide en las cosechas y provoca la esterilidad de la tierra. Como la diosa se niega a hacer fructificar los campos, Zeus envía primero a Iris y después poco a poco a todos los dioses del Olimpo para convencerla de que regrese y fertilice la tierra. Ante el nulo resultado de sus embajadas, Zeus cede y envía a Hermes a Hades con la orden de que devuelva a Perséfone. Accede en principio el dios de los infiernos, pero engañosamente hace probar a la muchacha la comida de los muertos, un grano de granada le dio a probar, lo que la imposibilita regresar.
Se acordó entonces una solución de compromiso. Para contentar a Deméter, Zeus, que se sentía responsable de la suerte de Core, dictaminó que a partir de aquel momento, la muchacha, con el nombre de Perséfone, pasase tres meses junto a su esposo en el Tártaro y el resto de los meses del año con su madre entre los vivos. Cuando Perséfone permanece junto a su esposo, es la estación invernal y el suelo queda estéril; cuando la joven sube al Olimpo, los tallos verdes la acompañan y comienza la primavera.


El rescate del sol

Hace mucho tiempo, vivía en África, el jefe Wai. Por aquel entonces, el jefe Mokulaka había robado el Sol y lo mantenía escondido. 
Un día, Mokele, hijo de Wai, decidió salir a recuperar el Sol, y así aliviar la tristeza de su padre. Para el viaje construyó una enorme canoa con el tronco de un árbol. Al terminar, muchos animales le suplicaron que los llevase para ayudarlo en su tarea.
—¡Bienvenidos a bordo! –exclamó Mo-kele– y partieron alegremente por el río.
Pasados muchos días, llegaron al territorio de Mokulaka, y Mokele le preguntó cortésmente: 
—¿Estaría dispuesto a venderme el Sol? 
El ladrón no quería cederlo, pero temía a los animales que acompañaban al muchacho. 
—Lo pensaré –le dijo–, mientras descanso un rato.
El muchacho se sentó bajo un árbol, mientras Mokulaka  corría a ver a su hija, Molumba, para que le preparara un veneno. Lo que no sospechaba era que una avispa que revoloteaba a su alrededor informaría de todo a Mokele.
Cuando el jefe le invitó a entrar en la cabaña de su hija, el muchacho actuó como si no supiera nada. Se puso a conversar con ella con tanta dulzura que la joven sintió que no podría matarle y botó el veneno.
Mientras, la tortuga encontró el Sol escondido en una cueva y lo sacó de allí. El águila la levantó con sus garras y remontó el vuelo. Por primera vez, en mucho tiempo, el Sol se alzó en el cielo. 
Cuando Mokele y los animales lo vieron, corrieron a la canoa acompañados por Molumba y se alejaron, mientras el astro rey iluminaba toda la selva.


    Texto: Cuento africano
    Versión: Mari Pulido
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