El mito de Perséfone se revela en una de las fiestas mas
famosas de Grecia: los misterios de Eleusis.
La leyenda comienza con Perséfone recogiendo flores en una
pradera de Enna, en Sicilia; aunque el himno de Homero dedicado a Deméter
habla de forma imprecisa de la llanura de Misa y otras tradiciones sitúan el
hecho en Eleusis, junto al Cefiso, o en Arcadia, al pie del monte Cileno, donde
crecía feliz junto a sus hermanas, Zeus, Atenea y Artemisa. De repente, cuando
cortaba un narciso, la tierra se abre a sus pies y surge Hades, su
tío, que la rapta.
Cuando Hades pidió su anuencia a Zeus, el padre de los
dioses se había mostrado cobardemente ambiguo, temía enfrentarse a la madre de
la joven, Deméter, pero tampoco quería disgustar al dios del abismo. De modo
que Hades tiró por la tremenda y raptó a la muchacha.
Perséfone grita pidiendo auxilio a su madre... Nadie como
Bernini ha captado ese momento: el dios, poderoso y terrible, levanta a la
muchacha, por cuya mejilla resbala una lágrima, que es una síntesis de todas
las lágrimas; insensible a sus gritos, sus dedos se hunden en la mórbida piel
de la joven, como si el mármol se hubiera hecho carne. Deméter la oye y
corre en su ayuda, pero, al no encontrarla, comienza un largo peregrinaje en
seguimiento de su hija. Durante nueve días y nueve noches recorre Deméter el
mundo, sin comer, sin beber, errante con una antorcha en cada mano, buscándola
desesperada.
El décimo día llega, disfrazada de anciana, a Eleusis donde
entra al servicio del rey Céleo y de su esposa Metanira. Allí
Triptolemo, tercer hijo de los reyes, reconoció a la
diosa y le refirió lo que sus hermanos habían visto mientras guardaban el
ganado en el campo: De pronto se abrió el suelo y se tragó sus puercos, luego
tembló la tierra, se oyó un recio galope y apareció un carro tirado por
caballos negros que se precipitó ruidosamente en la grieta. No pudo ver el
rostro del auriga que gobernaba el tiro, pero con el brazo derecho sujetaba a
una joven que gritaba angustiada.
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Deméter y Triptólemo |
Una tradición local afirma que fueron los habitantes de
Hermíone, en la Argólide, los que avisaron a la diosa y descubrieron al autor.
Aunque el mito más conocido afirma que al décimo día la diosa se encuentra
con Hécate, quien le sugiere que consulte a Helios, el dios que todo lo ve.
Este dios efectivamente ha visto todo lo sucedido y
se lo confirma a la infortunada madre. La cólera de Deméter es tal, que
abandona el Olimpo y se niega cumplir sus funciones. El hambre y la muerte
asoló la tierra, y Deméter se enfrentó a Zeus advirtiéndole que aparecía su
hija o ni un grano de trigo germinaría.
El destierro de la diosa incide en las cosechas y provoca la
esterilidad de la tierra. Como la diosa se niega a hacer fructificar los
campos, Zeus envía primero a Iris y después poco a poco a todos los dioses del
Olimpo para convencerla de que regrese y fertilice la tierra. Ante el nulo
resultado de sus embajadas, Zeus cede y envía a Hermes a Hades con la orden de
que devuelva a Perséfone. Accede en principio el dios de los infiernos, pero
engañosamente hace probar a la muchacha la comida de los muertos, un grano de
granada le dio a probar, lo que la imposibilita regresar.
Se acordó entonces una solución de compromiso. Para
contentar a Deméter, Zeus, que se sentía responsable de la suerte de Core,
dictaminó que a partir de aquel momento, la muchacha, con el nombre de
Perséfone, pasase tres meses junto a su esposo en el Tártaro y el resto de los
meses del año con su madre entre los vivos. Cuando Perséfone permanece junto a
su esposo, es la estación invernal y el suelo queda estéril; cuando la
joven sube al Olimpo, los tallos verdes la acompañan y comienza la primavera.